Escrito por: Oscar Batres
SAN SALVADOR, 30 Nov 2012 (AFP) - Carlos, de cuatro años, es llevado cada dos semanas por su tía adolescente a tratamiento en un hospital público de San Salvador desde su pueblo a 135 km. A su corta edad es un niño inquieto y alegre aún sin noción de ser víctima de una cruel discriminación social por portar el VIH.
Recostado en una camilla en una sala del Centro de Excelencia para Niños con Inmunodeficiencias (Cenid), Carlos -nombre ficticio- espera que le apliquen la dosis de antirretrovirales. Entretanto, muestra sus pequeños dientes a una odontóloga que le hace una revisión de rutina.
Caricaturas de personajes infantiles pegados en las paredes tratan de cortar la frialdad del salón en esa clínica del Hospital de Niños Benjamín Bloom, única en su tipo en el país y donde ocasionalmente se atiende a niños con VIH/Sida de Guatemala y Nicaragua.
Con apenas 16 años, su tía hace las veces de madre. "Me hice cargo del niño desde que murió mi hermana -de SIDA- hace un año. Quisiera estudiar o tener un trabajo formal, pero nadie quiere cuidarlo y no lo pienso dejar abandonado. A veces siento que ya no puedo", dice a la AFP con lágrimas.
Sin un trabajo remunerado estable, debe lavar o planchar ropa ajena por unos cuantos dólares para alimentarlo, pues ninguno de los abuelos del menor le ayuda económicamente. Su recompensa, dice, la recibe cuando el pequeño de intensos ojos negros la llama "mamá".
"Lo quiero como a mi hijo. Voy a hacer todo lo posible por ver que crezca y tenga oportunidades; pero duele que lo discriminen, ni él ni ningún niño merece eso", dice la joven, al contar que Carlos no ha ido a la escuela de párvulos pues en su pueblo, en el departamento de San Miguel, se le niega la matrícula por tener el VIH.
Los niños son un reflejo dramático del VIH/Sida en el istmo: 2.180 menores de 19 años están afectados en Honduras, 530 en El Salvador, cerca de 280 en Panamá, unos 80 en Belice, 76 en Nicaragua y 47 en Costa Rica, según datos oficiales y fundaciones especializadas.
En otro cubículo del Cenid, una mujer de 52 años carga en brazos a una niña de ocho meses, vestida con abrigo y pantaloncito blancos. Es su nieta, portadora del VIH transmitido por la madre.
La bebé, de grandes ojos negros, se entretiene jugando con unos animalitos de hule y también espera, como Carlos y otra docena de chicos más grandecitos, que juegan con computadoras en el lugar.
"Yo traigo a la niña al hospital, mi hija no puede, ya desarrolló el Sida y apenas tiene 18 años. Mi vida cambió con dolor desde que me enteré que las dos están enfermas", afirmó a la AFP la mujer con voz temblorosa y quien trabaja en varios oficios para poder sostener a ambas.
En el Cenid, donde trabajan tres médicos y tres enfermeras, los niños y jóvenes hasta los 18 años reciben atención médica y medicina gratuita por parte del Estado, además de ayuda sicológica costeada por una fundación privada.
Sandra Ayala, trabajadora social del Cenid, comentó a la AFP que uno de los aspectos "más desgarradores" con los niños es que "muchos han sufrido el desprecio o el abandono de sus propias familias".
"Muchos niños vienen porque los traen sus abuelos pues sus padres ya fallecieron y ningún otro miembro de la familia se hace cargo de ellos, eso indigna", expresó.
Tanto en El Salvador como en el resto de Centroamérica, organizaciones de defensa de los derechos humanos y entidades de gobierno organizan para el sábado 1 de diciembre, en el Día Mundial de la Lucha contra el Sida, marchas y actos culturales que buscan hacer conciencia en la prevención del mal.
Desde que aparecieron los primeros casos a mediados de los años 80, Honduras (8,4 millones de habitantes) reporta 30.766 casos VIH/Sida, Guatemala (14,2 millones) 26.978, Panamá (3,4 millones) unos 20.000, Nicaragua (5,9 millones) 6.864, Costa Rica (4,3 millones) 5.218, y Belice (de apenas 330.000 habitantes) 5.000 casos, según datos oficiales y de Onusida, que advierten de un gran subregistro.
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