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miércoles, 16 de agosto de 2017

Hoy se celebra el 154 aniversario de "La Guerra de la Restauración"

Un día como hoy, hace 154 años, dio inicio la Guerra de la Restauración que libraron los dominicanos para recuperar la independencia de la República Dominicana, tras la anexión a España el 18 de marzo de 1861.

La guerra, que inició el 16 de agosto de 1863, terminó el 11 de julio de 1865 con la salida definitiva de las tropas españolas.

Gracias a esta victoria, en la República Dominicana se restauró el Estado que había nacido el 27 de febrero de 1844, cuando el país logró independizarse de Haití.

La anexión. El proceso de anexión a España fue largo, ya que inició con la gestión de Buenaventura Báez en 1846 y 1857 y las de Mella y Felipe Alfaú en 1853, pero no fue hasta 1860 que la reina Isabel II comienza a contemplar la idea, después de una larga exposición que le escribió el general Pedro Santana. La anexión se proclamó en 1861 y Santana, que había sido el presidente de la República Dominicana, fue nombrado gobernador de Santo Domingo.

Movimiento restaurador. Los descontentos con la anexión no se hicieron esperar, puesto que muchos se habían opuesto a ella. A eso se sumó que España no cumplió con los acuerdos anexionistas y que tomó medidas económicas y represivas contra la población.

A causa de ello, el sentimiento patrio se incrementó y surgieron focos restauradores, tales como el levantamiento de Moca, el 2 de mayo de 1861; y el asalto de Neyba y la toma de Guayubín, en febrero de 1863.

Poco a poco las luchas se acrecentaron y el 16 de agosto de 1963 un grupo de hombres encabezados por Benito Monción, Gaspar Polanco, Benigno Filomeno Rojas, Cayetano Germosén, Olegario Tenares, Eugenio Miches y Gregorio Luperón, entre otros, tomó por asalto Santiago; mientras que otro grupo, encabezado por Santiago Rodríguez, Pedro Antonio Pimentel, José Antonio Salcedo, Lucas Evangelista de Peña y Federico de Jesús García, entre otros, tomó el cerro de Capotillo, dando inicio a la guerra restauradora.

Producto de esta lucha, el 3 de marzo de 1865 el gobierno español emitió el “Real decreto” disponiendo que España abandonaría el territorio dominicano y se anulaba la anexión.








viernes, 24 de abril de 2015

Hoy 24 los dominicanos recordamos la guerra de abril de 1965

El sábado 24 de abril de 1965 no fue un día normal. Miles de dominicanos se lanzaron a las calles a recuperar la democracia, libertad y soberanía que habían perdido.

Fueron meses duros, desde abril hasta septiembre se respiraba un ambiente de conflicto entre constitucionalistas y golpistas, sumado a la Intervención Norteamericana ejecutada solo cuatro días después de iniciar la revolución.

El historiador y catedrático José Polanco describe este momento histórico como la más grande gesta heroica convertida en guerra de liberación nacional contra un poder imperial extranjero.

La gesta y la Guerra Restauradora, constituyen, dice, las dos epopeyas más significativas del pueblo dominicano.

“Se demostró que, después de la guerra de Vietnam, fuimos los dominicanos el pueblo que enfrentó con mayor arrojo y decoro al enemigo extranjero encarnado en el imperio norteamericano”, sostiene Polanco.

Hoy se conmemora medio siglo de aquella épica gesta, con sus secuelas de muertes y abusos, así como inestabilidad política, económica y social. Sin embargo, también se rememora la valentía y patriotismo admirables por parte de los criollos que defendieron la nación y su soberanía con arrojo y valentía.

Desde la Redacción: Testimonios de 1965 Relato de Antonio García Baloy, Fotógrafo del Listín Diario desde 1963, quien dio cobertura a la Revolución de Abril de 1965, y fue el primer y único reportero gráfico que captó a través de su lente el cuerpo sin vida del coronel Francisco Caamaño. Cincuenta y dos años después todavía es empleado del decano de la prensa escrita.

“El 24 de abril de 1965 estábamos todos trabajando, a la hora de comer nos fuimos a casa como de costumbre, en ese momento nos llamaron que había un problema militar y que nos reportáramos todos a planta. En ese momento don Rafael Herrera nos advirtió que teníamos que cubrir con mucha cautela, recuerdo como ahora que nos dijo: cuídense pero tenemos que hacer la principal noticia de este evento.

Yo me fui a palacio y nos movimos por toda la capital, el líder Peña Gómez reportaba lo que pasaba por la radio, todo el mundo estaba recogido, a las 7:00 de la noche no había un alma en la calle.

El 25 se movilizó el pueblo. Ahí comenzaron los tiroteos. Yo recuerdo que ese día me cayó un cadáver encima, no sabía que los muertos pesaran tanto.

Continuamos reportando hasta el 27 de abril en el enfrentamiento del puente Duarte. Hasta ese día trabajamos porque no había condiciones para estar en la calle, cada uno se fue a su casa hasta noviembre.

El momento más difícil fue la despedida de Luis Reyes Acosta, un compañero de noticias de aquí que murió en la guerra. Pero la imagen que no olvido es la actitud de Rafael Herrera, él estaba muy preocupado por el país y por su gente. A todos nos pidió de favor que no cayera uno de nosotros. Solo cayó Reyes Acosta y todos sentimos su solidaridad en ese triste momento.

Tiempo después, fui el único fotógrafo que vio caer a Caamaño en la montaña. Eso me marcó, hasta ese día fui fotógrafo.

En esos momentos, uno no piensa en el peligro, sino en la foto. Veía la responsabilidad de informar. No hay nunca miedo cuando uno está en la batalla del trabajo, eso me lo enseñó don Rafael. Él decía que para esto hay que tener valor, y había que demostrarle al país que éramos y somos valientes”.
REFLEXIÓN
Raúl Perez Peña, periodista.

¿En qué ha avanzado el país desde la Guerra de Abril? 

“El avance del país desde 1965 es muy relativo. Aunque hemos logrado como pueblo conquistas democráticas, el balance es negativo porque las partidocracias tradicionales han secuestrado el país para su provecho de grupos, familiares y personales. Es muy relativo afirmar que hemos avanzado porque la Constitución de 1963 fue derrocada, con el gobierno de Juan Bosch, lo que significó un grave retroceso institucional”.

¿Valió la pena esa guerra?

 “La guerra valió la pena porque sirve de advertencia a los partidos politiqueros que su dominio del país puede desmoronarse, lo mismo que los demás poderes fácticos en una coyuntura que pudiera aprovechar el pueblo y sus organizaciones sociales”.
¿Fue necesaria? ¿Por qué? 

“La Guerra de Abril constituye una advertencia a los actores del robo público y de la impunidad, para que sepan que todos no caben en el avión a la hora de que el pueblo asuma su marcha por un destino de dignidad. No es lo mismo hablar del diablo que verlo llegar”.

(( DESDE EL LISTÍN DIARIO 

Editorial del 26 de abril de 1965 “Si el orden constitucional dominicano es restablecido en plena vigencia y eficacia por el movimiento militar iniciado el sábado, ello será un acontecimiento singular y ejemplar.

Nosotros no hemos considerado viable ese procedimiento y lo hemos señalado reiteradas veces. Pero si se establece la plenitud del orden jurídico civilizado en la República Dominicana, los acontecimientos de estos días serán memorables”, Rafael Herrera.

Fuente: Listin Diario










miércoles, 28 de agosto de 2013

Discurso de Martín Luther King, “Tengo un Sueño” en 1963.

Discurso 28 de Agosto de 1963.

Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.

Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.

Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.

También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.

Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.

1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio.

 Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.

Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?"
Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente".
Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.

Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.

Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".

Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".

Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.

Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.

Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.

Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antesecores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! "De cada costado de la montaña, que repique la libertad".

Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"