Melvin Bartolo Toribio, el técnico al que una escalera eléctrica de Megacentro le arrancó de cuajo una pierna, el pene y el ano, le partió en dos la vejiga y le provocó severos daños a otros órganos, tiene unas ganas inmensas de vivir.
Ayer seguía en la sala de cuidados intensivos del hospital Dr. Darío Contreras.
A las puertas de esa sala se agolpaba una multitud de vecinos llegados del sector "Los Guaricanos", en Santo Domingo Norte, donde reside.
Sus hermanas y algunas amigas estaban llorosas.
Algún familiar, que llegó al centro médico con ganas de verlo, se arrepintió y no quiso ver al chico en esas condicones.
Como siempre, llegó un grupo de mujeres con faldas larguisimas, pelo crespo y sin desrizar con las manos repletas de "tratados" pretendiendo meterse hasta la sala de cuidados intensivos para decirle a Toribio que "se arrepienta de sus pecados porque el Señor lo perdona".
Una de esas mujeres, vieja ella, hasta logró cruzar la barrera de seguridad argumentando que "soy familia" y llegó hasta la cama del paciente y comenzó a darle un "sermón". Fue necesaria sacarla de allí.
Era claro que ese no es el lugar para dar sermones. Que deje que los médicos se ocupen de su trabajo y su Dios del suyo.
A pesar de que afuera de la sala las caras eran de consternación y tristeza por la tragedia, allá dentro, el Toribio no gemía, no lloraba, no se quejaba.
Nada de eso.
Al contrario, mostraba unas soberbias ganas de vivir.
Pudimos verlo, "de ahí ahí".
Conectado a algunos aparatos, de la cintura para abajo, (lo que le queda) cubierto cuidadosamente con sábanas esterilizadas.
En el brazo izquierdo las agujas através de la cual le administran sueros, sangre y medicamentos.
La boca y la nariz cubierta con una mascarilla que le ayuda a respirar, aunque puede hacerlo si ella.
Puede hablar, pero por la mascarilla, no lo hace.
Le miré directamente a los ojos. Yo traté de mostrarme optimista, que él me viera optimista frente a su desgracia.
Sin embargo, quien estaba optimista ¡Era él!
En sus ojos creí ver una sonrisa.
El muchacho es fuerte, muy fuerte.
De repente, como pretendiendo que me percatara de su optimismo, cerró el puño de la mano derecha, levantó el brazo y lo agitó con fuerza sin dejar de mirarme a los ojos.
A seguidas, hizo lo mismo con el brazo izquierdo. Lo levantó, y, con el puño izquierdo cerrado, lo agitó con energía.
Después, levantó los dos brazos a la vez y, con asombrosa energía, los agitó sin abrir los puños.
Parece que quería decir algo así como:
-"Estoy fuerte! ¡Estoy cañón!".
Le correspondí el gesto y le expresé mi asombro por su vitalidad.
Pero, la cosa no paró ahí.
El chico me señaló hacia su pierna derecha.
Miré hacia donde me indicaba.
Movió como quiso el pie derecho.
Después, señaló hacia el lado izquierdo, hacia donde una vez tuvo una pierna y hacia donde una vez tuvo un pene.
Con las dos manos abiertas y la spalmas hacia abajo, hizo un ademán cruzando las manos en el aire.
-"Nada".
Ese "nada" quizás significa que "no puedo moverlo", o que "ya no tengonada allí".
En su mirada había vída, ganas de vivir aunque la nalga izquierda se la arrancara la escalera, aunque ya no tenga pene, aunque no tenga ano, aunque la mitad de la vejiga se la arrancara la escalera, aunque ya no tenga pierna izquierda.
Tiene una hija de cuatro meses de nacidad y una esposa de 19 años. Joven, como él.
Algunos de sus compañeros de trabajo llegaron a verlo.
Curioso, temían que en la empresa para la que trabajan, "San Miguel y Cia, Técnicos en Mantenimiento", se enteraran de que ellos estaban allí.
-"Por favor, no nos tome fotos, que nos cancelan", dijo uno mientras se colocaba, junto a su compañero, distante del ángulo de visión de la cámara.
Un hermano de Toribio comentó que este tiene seis años trabajando como técnico de instalación y mantenimiento en la compañía.
-"¿Qué le han dicho ellos?", le preguntamos.
-"Ellos vinieron y dijeron que estaban a nuestras órdenes y se marcharon, nada más".
Fuera de la sala de cuidados intensivos, muchos creen que morirá.
Toribio, sin embargo, cree que vivirá y tiene ganas de lograrlo. La sonrisa en su rostro lo demuestra.
Las heridas le afectaron órganos de vital importancia.
Toribio libra una batalla contra la muerte.
A una persona del hospital le pregunté:
-"¿Los médicos ya lo pusieron en las manos de Dios?".
La pregunta le extrañó.
-"¿Cómo así?", me dijo.
Le expliqué que no me gusta ver a los médicos salir de la sala de operaciones y decir:
-"Ya nosotros hicimos lo que estaba en nuestras manos, ahora está en las manos de Dios".
Eso fue lo que le expresaron a mi hermana aquel día que operaron a mi madre de un infarto. Minutos después, murió.
Desde ese día he observado que cada vez que los médicos usan esa expresión, el paciente muere. Quizás es pura coincidencia.
Después de esa explicación, vino su respuesta:
-"No, ellos no han dicho eso. Estiman que tiene un diez por ciento de probabilidades de sobrevivir. Si logra sobrepasar las 72 horas, esas posibilidades aumentan".
Esta mañana, a las 9.34 am, (18 DE MARZO 2011) aún estaba en manos de los médicos, quienes lo evaluaban.
Todavía no lo habían dejado en las manos de Dios, ellos estaban haciendo su trabajo.
La noticia de la desgracia que atrapa a este chico ha conmovido a sus vecinos de Guaricano, quienes han ido a consolarlo.
Sin embargo, no parece buena idea que el hospital permita el ingreso de tanta gente a la sala de cuidados intensivos.
Esto aparenta ser una imprudencia descomunal.
Ayer seguía en la sala de cuidados intensivos del hospital Dr. Darío Contreras.
A las puertas de esa sala se agolpaba una multitud de vecinos llegados del sector "Los Guaricanos", en Santo Domingo Norte, donde reside.
Sus hermanas y algunas amigas estaban llorosas.
Algún familiar, que llegó al centro médico con ganas de verlo, se arrepintió y no quiso ver al chico en esas condicones.
Como siempre, llegó un grupo de mujeres con faldas larguisimas, pelo crespo y sin desrizar con las manos repletas de "tratados" pretendiendo meterse hasta la sala de cuidados intensivos para decirle a Toribio que "se arrepienta de sus pecados porque el Señor lo perdona".
Una de esas mujeres, vieja ella, hasta logró cruzar la barrera de seguridad argumentando que "soy familia" y llegó hasta la cama del paciente y comenzó a darle un "sermón". Fue necesaria sacarla de allí.
Era claro que ese no es el lugar para dar sermones. Que deje que los médicos se ocupen de su trabajo y su Dios del suyo.
A pesar de que afuera de la sala las caras eran de consternación y tristeza por la tragedia, allá dentro, el Toribio no gemía, no lloraba, no se quejaba.
Nada de eso.
Al contrario, mostraba unas soberbias ganas de vivir.
Pudimos verlo, "de ahí ahí".
Conectado a algunos aparatos, de la cintura para abajo, (lo que le queda) cubierto cuidadosamente con sábanas esterilizadas.
En el brazo izquierdo las agujas através de la cual le administran sueros, sangre y medicamentos.
La boca y la nariz cubierta con una mascarilla que le ayuda a respirar, aunque puede hacerlo si ella.
Puede hablar, pero por la mascarilla, no lo hace.
Le miré directamente a los ojos. Yo traté de mostrarme optimista, que él me viera optimista frente a su desgracia.
Sin embargo, quien estaba optimista ¡Era él!
En sus ojos creí ver una sonrisa.
El muchacho es fuerte, muy fuerte.
De repente, como pretendiendo que me percatara de su optimismo, cerró el puño de la mano derecha, levantó el brazo y lo agitó con fuerza sin dejar de mirarme a los ojos.
A seguidas, hizo lo mismo con el brazo izquierdo. Lo levantó, y, con el puño izquierdo cerrado, lo agitó con energía.
Después, levantó los dos brazos a la vez y, con asombrosa energía, los agitó sin abrir los puños.
Parece que quería decir algo así como:
-"Estoy fuerte! ¡Estoy cañón!".
Le correspondí el gesto y le expresé mi asombro por su vitalidad.
Pero, la cosa no paró ahí.
El chico me señaló hacia su pierna derecha.
Miré hacia donde me indicaba.
Movió como quiso el pie derecho.
Después, señaló hacia el lado izquierdo, hacia donde una vez tuvo una pierna y hacia donde una vez tuvo un pene.
Con las dos manos abiertas y la spalmas hacia abajo, hizo un ademán cruzando las manos en el aire.
-"Nada".
Ese "nada" quizás significa que "no puedo moverlo", o que "ya no tengonada allí".
En su mirada había vída, ganas de vivir aunque la nalga izquierda se la arrancara la escalera, aunque ya no tenga pene, aunque no tenga ano, aunque la mitad de la vejiga se la arrancara la escalera, aunque ya no tenga pierna izquierda.
Tiene una hija de cuatro meses de nacidad y una esposa de 19 años. Joven, como él.
Algunos de sus compañeros de trabajo llegaron a verlo.
Curioso, temían que en la empresa para la que trabajan, "San Miguel y Cia, Técnicos en Mantenimiento", se enteraran de que ellos estaban allí.
-"Por favor, no nos tome fotos, que nos cancelan", dijo uno mientras se colocaba, junto a su compañero, distante del ángulo de visión de la cámara.
Un hermano de Toribio comentó que este tiene seis años trabajando como técnico de instalación y mantenimiento en la compañía.
-"¿Qué le han dicho ellos?", le preguntamos.
-"Ellos vinieron y dijeron que estaban a nuestras órdenes y se marcharon, nada más".
Fuera de la sala de cuidados intensivos, muchos creen que morirá.
Toribio, sin embargo, cree que vivirá y tiene ganas de lograrlo. La sonrisa en su rostro lo demuestra.
Las heridas le afectaron órganos de vital importancia.
Toribio libra una batalla contra la muerte.
A una persona del hospital le pregunté:
-"¿Los médicos ya lo pusieron en las manos de Dios?".
La pregunta le extrañó.
-"¿Cómo así?", me dijo.
Le expliqué que no me gusta ver a los médicos salir de la sala de operaciones y decir:
-"Ya nosotros hicimos lo que estaba en nuestras manos, ahora está en las manos de Dios".
Eso fue lo que le expresaron a mi hermana aquel día que operaron a mi madre de un infarto. Minutos después, murió.
Desde ese día he observado que cada vez que los médicos usan esa expresión, el paciente muere. Quizás es pura coincidencia.
Después de esa explicación, vino su respuesta:
-"No, ellos no han dicho eso. Estiman que tiene un diez por ciento de probabilidades de sobrevivir. Si logra sobrepasar las 72 horas, esas posibilidades aumentan".
Esta mañana, a las 9.34 am, (18 DE MARZO 2011) aún estaba en manos de los médicos, quienes lo evaluaban.
Todavía no lo habían dejado en las manos de Dios, ellos estaban haciendo su trabajo.
La noticia de la desgracia que atrapa a este chico ha conmovido a sus vecinos de Guaricano, quienes han ido a consolarlo.
Sin embargo, no parece buena idea que el hospital permita el ingreso de tanta gente a la sala de cuidados intensivos.
Esto aparenta ser una imprudencia descomunal.
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