“Esa marranita hay que matala, va a trae una matanza a ete sitio, se parece mucho al pai y ya el se degaritó cogió nagiaito pal monte por que la gente quieren volvelo loco”, confesó el hombre en su jerga local.
La cerdita con cara humana, nació el pasado miércoles de en un parto de ocho puerquitos, uno de los cuales era ciego y otro “cinqueño”, cosa que también extrañó a los vecinos.
“Ahora dicen que el ojo que tenía era igualiningo a él, eto e chiquito aquí to son familia, había que matala, la mima familia del pai de la puerquita estaban engrengueñá”, siguió narrando el hombre.
Recordó que en el primer parto una de las criaturas nació con dos patas y hasta se paró, lo que provocó espantos en la comunidad, por lo que optaron por eliminarla de inmediato.
La versión corre de boca en boca y la gente hasta se agacha para contarla evitando que algún extraño la escuche y pueda señalar como la responsable de que se propague la especie.
El lo cuenta así:“Y eso que en el primer parto que se le cogió de la puerca nació una, no se si era macho o hembra óigame con do pata...siii…, y camino...no epantamo y no metimo mieo y la agarramo y la matamo seguida”.
De acuerdo a una vecina, más de tres mil personas fueron a ver el fenómeno, que permitió que Valentín Jiménez cobrara unos 1,600 pesos, fruto del peaje de 10 a 50 pesos para ver a la marranita,
Por el supuesto parecido a un hombre de la comunidad, al que muchos señalan que tenía relaciones sexuales con el animal, los habitantes llamaron a la cedita mutante como “Franchesca”.
Jiménez dice que ese hombre, cuyo nombre nos reservamos, ya que la información podría ser fruto de la imaginación o especulación de los vecinos, suele tener relaciones con burras, chivas, yeguas u otros animales, pero casi nunca con mujeres.
El sería uno de los hombres, que, de acuerdo con algunos estudios no muy recientes, integran el 16 por ciento de los habitantes en zonas rurales de la región Sur que han tenido por lo menos una relación de zoofilia en su vida.
De él se dice que se fue del pueblo “cargado de la vergüenza”.
Cuando preguntamos a una señora que venía de la Cañada de Jondo Báez, sobre lo que dicen la gente del padre de la criatura envenenada, abrió los brazos y aclamó “Imagínese que esa puerquita la dejáramo viva. He que el mundo se eta acabando” y se agachó sosteniendo con las dos manos su ancha falda.
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