El difundido culto a Jesús Malverde, cuya leyenda cuenta que vivió hace más de un siglo en el norte de México robando a ricos para dar a los pobres, es ahora un jugoso negocio para los presos, que fabrican objetos alusivos al santo venerado por el narcotráfico.
"Aquí en prisión le agarré fe, porque aquí me ha ayudado a salir adelante", dice a la AFP Alberto Burgos, preso por homicidio en la cárcel estatal de Sinaloa (noroeste).
Aunque Malverde nunca hizo un milagro y tampoco es reconocido por la Iglesia Católica, atrae todos los días a cientos de seguidores a su capilla en Culiacán, capital de Sinaloa, tierra de los principales narcotraficantes mexicanos.
Dentro de una pequeña celda, Burgos trabaja sobre un rústico escritorio de madera en el trenzado de un collar de cuero, del cual pende una foto de Jesús Malverde. Hace unos 600 al mes.
En otro módulo del penal, Gerardo Delgado, de 40 años y encarcelado por robo de autos, se dedica a pintar cuadros al óleo del santo, que vende en unos 5.000 pesos (420 dólares). Mientras otros dos presos, que purgan por homicidio y secuestro, fabrican sandalias a destajo también con motivos de Malverde.
Los objetos fabricados por los presos se venden en una capilla, levantada en 1979 frente al Palacio de Gobierno en el centro de Culiacán, una calurosa ciudad de 600.000 habitantes.
El entonces gobernador decidió ceder el terreno, luego de que durante las noches misteriosamente aparecían rotos los vidrios del edificio de gobierno, donde -según la historia popular- Malverde fue ahorcado el 3 de mayo de 1909.
"Aquí hoy vienen artistas y políticos, algunos por curiosidad o porque lo conocen, le prenden su veladora y le pagan mandas", dijo a la AFP de su lado Jesús González, capellán de la capilla, cuyo padre construyó el recinto, agradecido por haberle salvado la vida tras un tiroteo en 1976.
La capilla permanece abierta las 24 horas. "Muchos vienen, se persignan y no les gusta que los veas", dice González para no hablar directamente de las personas relacionadas al narcotráfico que llegan al santuario.
Pero el agradecimiento de estos devotos está en las paredes del lugar, repletas de cartas y fotos, que muestran prósperos cultivos de marihuana.
"Me fue muy bien todo el año por eso ahora vengo a verte/ de Culiacán a Colombia, que viva Jesús Malverde", dice la letra del corrido que, en su honor, canta a todo volumen frente a la capilla la banda Anaconda.
"Venimos a darle gracias y le tocamos gratis, pero a veces vienen sicarios y no piden que la toquemos tres o cuatro veces el corrido de Malverde y nos pagan hasta el triple de lo que normalmente cobramos", explica el cantante.
Aunque no hay registro de su fisonomía, con la construcción de la capilla abundaron las estatuas y bustos, que se venden al por mayor, que muestran a un atractivo mexicano de pelo negro, bigote recortado, sombrero y pañuelo al cuello, más parecido a un galán de la época de oro del cine en México, que a un revolucionario.
Popularmente se cree que su nombre viene de la frase "Mal para los ricos y verde (prosperidad) para los pobres".
Hasta hace poco no había registro histórico que probara que efectivamente Malverde existió, pero hace tres años investigadores del Archivo Histórico de Sinaloa encontraron un acta de nacimiento del 15 de enero de 1888 en Paredones, una localidad cercana a Culiacán, justo con su nombre.
Esta acta "da al traste con la idea de que Malverde era un apodo; no es un apodo, es un apellido. Esto lo hace más real y humano", explica Gilberto Javier López, director del Archivo.
Para 1909, cuando presuntamente muere ahorcado, Malverde tenía 21 años con un "maduramiento suficiente para ser un destacado luchador humano" como sucedió con muchos jóvenes en la revolución.
El culto a Malverde ya estaba posicionado entre la población antes de que el narcotráfico se convirtiera en un negocio trasnacional tres décadas atrás, pero como sucedió con otras expresiones, como la música, la moda e incluso el arte, la narcocultura se apoderó de él.
"Aquí en prisión le agarré fe, porque aquí me ha ayudado a salir adelante", dice a la AFP Alberto Burgos, preso por homicidio en la cárcel estatal de Sinaloa (noroeste).
Aunque Malverde nunca hizo un milagro y tampoco es reconocido por la Iglesia Católica, atrae todos los días a cientos de seguidores a su capilla en Culiacán, capital de Sinaloa, tierra de los principales narcotraficantes mexicanos.
Dentro de una pequeña celda, Burgos trabaja sobre un rústico escritorio de madera en el trenzado de un collar de cuero, del cual pende una foto de Jesús Malverde. Hace unos 600 al mes.
En otro módulo del penal, Gerardo Delgado, de 40 años y encarcelado por robo de autos, se dedica a pintar cuadros al óleo del santo, que vende en unos 5.000 pesos (420 dólares). Mientras otros dos presos, que purgan por homicidio y secuestro, fabrican sandalias a destajo también con motivos de Malverde.
Los objetos fabricados por los presos se venden en una capilla, levantada en 1979 frente al Palacio de Gobierno en el centro de Culiacán, una calurosa ciudad de 600.000 habitantes.
El entonces gobernador decidió ceder el terreno, luego de que durante las noches misteriosamente aparecían rotos los vidrios del edificio de gobierno, donde -según la historia popular- Malverde fue ahorcado el 3 de mayo de 1909.
"Aquí hoy vienen artistas y políticos, algunos por curiosidad o porque lo conocen, le prenden su veladora y le pagan mandas", dijo a la AFP de su lado Jesús González, capellán de la capilla, cuyo padre construyó el recinto, agradecido por haberle salvado la vida tras un tiroteo en 1976.
La capilla permanece abierta las 24 horas. "Muchos vienen, se persignan y no les gusta que los veas", dice González para no hablar directamente de las personas relacionadas al narcotráfico que llegan al santuario.
Pero el agradecimiento de estos devotos está en las paredes del lugar, repletas de cartas y fotos, que muestran prósperos cultivos de marihuana.
"Me fue muy bien todo el año por eso ahora vengo a verte/ de Culiacán a Colombia, que viva Jesús Malverde", dice la letra del corrido que, en su honor, canta a todo volumen frente a la capilla la banda Anaconda.
"Venimos a darle gracias y le tocamos gratis, pero a veces vienen sicarios y no piden que la toquemos tres o cuatro veces el corrido de Malverde y nos pagan hasta el triple de lo que normalmente cobramos", explica el cantante.
Aunque no hay registro de su fisonomía, con la construcción de la capilla abundaron las estatuas y bustos, que se venden al por mayor, que muestran a un atractivo mexicano de pelo negro, bigote recortado, sombrero y pañuelo al cuello, más parecido a un galán de la época de oro del cine en México, que a un revolucionario.
Popularmente se cree que su nombre viene de la frase "Mal para los ricos y verde (prosperidad) para los pobres".
Hasta hace poco no había registro histórico que probara que efectivamente Malverde existió, pero hace tres años investigadores del Archivo Histórico de Sinaloa encontraron un acta de nacimiento del 15 de enero de 1888 en Paredones, una localidad cercana a Culiacán, justo con su nombre.
Esta acta "da al traste con la idea de que Malverde era un apodo; no es un apodo, es un apellido. Esto lo hace más real y humano", explica Gilberto Javier López, director del Archivo.
Para 1909, cuando presuntamente muere ahorcado, Malverde tenía 21 años con un "maduramiento suficiente para ser un destacado luchador humano" como sucedió con muchos jóvenes en la revolución.
El culto a Malverde ya estaba posicionado entre la población antes de que el narcotráfico se convirtiera en un negocio trasnacional tres décadas atrás, pero como sucedió con otras expresiones, como la música, la moda e incluso el arte, la narcocultura se apoderó de él.
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