Muammar Gaddafi saluda con el primer ministro italiano Silvio Berluscon en Roma, el 16 de noviembre del 2009. Foto: Reuters
El coronel Muammar al Gaddafi no es sólo el líder africano que más tiempo lleva en el cargo, sino también el más estridente. Pero por más divertidas que resulten las jaimas (tiendas de los nómadas) de colores que suele montar durante sus visitas de Estado, su régimen suele traducirse en cárcel y torturas para sus detractores.
Gaddafi es imprevisible y se considera a sí mismo infalible. Ya después de tomar el poder en 1969 el líder libio quería llevar su ideología "liberadora" a todo el mundo árabe, aunque la región prefirió ignorarlo.
Nadie quiso saber nada de su "régimen popular" islámico, así como tampoco de su plan de crear un Estado llamado "Israelina", donde debían convivir israelíes y palestinos.
Ya que Libia se le quedaba pequeña, el líder libio decidió después volcarse con el resto del continente africano, siempre dispuesto a oírlo gracias a sus generosas dádivas.
Muchos libios, sin embargo, veían con recelo esas donaciones, que preferían ver invertidas en la mejora de sus propias condiciones de vida.
Gaddafi es considerado una persona neurótica y de exabruptos, que desconfía de casi todos y que prefiere fiarse casi exclusivamente de su propia familia.
Con su política voluble y cargada de contradicciones llevó primero a Libia de la monarquía a la república popular, antes de convertir al país en una nación proscrita a nivel internacional con su apoyo a agrupaciones terroristas.
En 2003 Gaddafi anunció de pronto que el terrorismo y la carrera armamentista eran algo absurdo. Por ello, señaló, cortaba todo apoyo a grupos extremistas y suspendía los programas de desarrollo de armas de destrucción masiva. Varios países occidentales mejoraron sus relaciones con Trípoli como recompensa.
Los vínculos se volvieron especialmente estrechos con Italia, en gran parte gracias a las buenas relaciones personales de Gaddafi y el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. Sólo una constante parece haber en Libia desde que Gaddafi y los suyos derrocaran en 1969 al rey Idris al Sanussi: el "hermano líder revolucionario", como se le llama en los discursos oficiales, siempre tiene la razón.
Su imagen sigue siendo omnipresente en Libia. Gaddafi, nacido en 1942 en una familia de agricultores cerca de la ciudad de Sirte, llevó al principio concientemente a su país al aislamiento.
Gaddafi (centro) visitó una tienda del hotel donde se hospedaron los líderes que participaron en la Cumbre África-América del Sur en la Isla de Margarita, el 28 de septiembre 2009. Foto: Reuters
Durante décadas hizo lo imposible por evitar la influencia occidental. Y Libia quedó prácticamente a la deriva cuando en los años 90 la ONU declaró un embargo aéreo contra el país norteafricano por sus conexiones terroristas.
Al líder libio le gusta el culto personal. En todo el país se puede ver su foto con gafas de sol o túnicas de colores en vallas publicitarias, convertidas de repente en el objetivo de los manifestantes, blanco para las piedras o objetos que arrancar y a los que prender fuego.
Gaddafi junto a algunos personajes políticos
Con el ex primer ministro inglés, Tony Blair, en el 2004. Foto: AFP
Con el ex primer ministro belga, Guy Verhofstadt, en el 2004. Foto: AFP
Con el presidente boliviano, Evo Morales, en el 2006.
Con el rey español Juan Carlos, en el 2007. Foto: AFP
Con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, en el 2007. Foto: AFP
Con el presidente ecuatoriano Rafael Correa, en el 2009. Foto: Presidencia/Flickr
Fuente: El comercio.com
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