Por: Cristian Hidalgo
Opinión: Desde el “descubrimiento” de la isla de Santo Domingo hasta nuestros días, la parte occidental ha sido ocupada por intrusos que provenían de otras latitudes, y a raíz de los enfrentamientos entre España y Francia, se hacían apadrinar por ésta última, para evitar ser desalojados por los españoles, lo que provocó una serie de disturbios que culminó en el año 1697 con la firma del Tratado de Ryswick, mediante el cual España aceptó la ocupación francesa de la zona occidental y se consolidó la colonia francesa.
No conformes con su establecimiento aceptado en la parte occidental de la isla, los vecinos pretendían extenderse hacia la zona oriental, añadiendo mayor cantidad de terreno, lo que provocó el establecimiento contractual de límites fronterizos, evacuándose de ese modo el conocido Tratado de Aranjuez, en abril del año 1779, que acreditaba oficialmente a España como propietaria de la parte oriental y a Francia de la parte occidental de nuestra isla.
Los occidentales siempre han codiciado la parte mas hermosa de Quisqueya; la línea fronteriza ha sido para ellos como el umbral entre el bien y el mal, la dicha y la desdicha, el orden y el desorden, la gloria y el infierno. 18 años mas tarde de ese convenio, España se desprende de esta parte de la isla y se la cede a Francia, con quien libraba desde el año 1793 la guerra de la convención, misma que para aquella había resultado catastrófica. Es así como En el año 1795, mediante el Tratado de Basilea, Francia adquiere el dominio absoluto de la isla.
La parte occidental era considerada por los franceses como una gran aldea en donde los negros esclavos trabajaban al servicio de sus amos franceses; sin embargo, los negros esclavos iniciaron un proceso de independencia que culminó en el año 1804, con el apoyo de Inglaterra, quienes al tener el control de las rutas marítimas impedían que Francia asistiera o ayudara a sus fieles en ese territorio, convirtiéndose Haití de ese modo en la historia occidental en el primer país con un Estado dirigido por negros.
No conformes con su independencia de Francia y con la latente codicia de atribuirse la parte oriental, con posterioridad a una efímera independencia protagonizada por don José Núñez de Cáceres, los haitianos invaden nuestro territorio y lo ocupan por espacio de 22 años, lo que terminó gracias a nuestros padres fundadores DUARTE, SANCHEZ Y MELLA, quienes proclamaron nuestra Independencia Nacional el 27 de febrero de 1844, convirtiéndose desde ese entonces esta parte de la isla en un campo de sangrientas batallas en las que los haitianos no se resignaban a nuestra independencia.
Es innegable que desde el 1856 en que se libró la última batalla hasta el día de hoy, los haitianos desde su mas profunda célula nos guardan a los dominicanos un sentimiento de animadversión, odio visceral y rencor. Nos consideran como usurpadores de un territorio que les pertenece y culpables de sus desgracias como pueblo, como nación. El haitiano lleva consigo muy arraigada la pretensión de que en algún momento usufructuarán nueva vez el territorio que según ellos les pertenece.
La República Dominicana y Haití son dos pueblos que aunque compartimos la misma isla, somos completamente diferentes, desigualdades que van desde lo étnico hasta lo cultural, social, económico, lengua, credo religioso y de tantas cosas mas. Si es cierto que ante Dios todos los seres humanos somos iguales, no es menos cierto que eso no es mas que un enunciado de los mas fervientes fanáticos de la fe cristiana; los haitianos simulan tolerarnos, pero en sus adentros nos llevan tirria y repulsión. Según el Presidente Balaguer, “los haitianos y los dominicanos somos dos pueblos vecinos, pero no hermanos”. Cuanta razón tenía el viejo caudillo.
Hay muchas personas que pretendemos “tapar el Sol con un dedo”, tratamos de lado la situación haitiana, y no la enfocamos de frente. Ya alguna vez lo había expresado el presidente haitiano Raoul Cedrás en una alocución: “para dos haitianos ponerse de acuerdo, uno de los dos debe perecer”. El pueblo dominicano es de paz, de armonía, de leyes; pero hay algo que debemos tener siempre presente, por mucho que tratemos de esconderlo, los haitianos son nuestros enemigos eternos, no quieren saber de nosotros; y por qué negarlo, tampoco nosotros de ellos.
Esas “buenas relaciones” no son mas que poses para disfrazar su verdadera intención, y nuestros gobiernos pusilánimes, serviles y preñados de genuflexión hacia los organismos internacionales que al no saber qué hacer con la realidad de esa aldea, nos toman como recipiente para que tengamos que asimilarlos. Nosotros les auguramos a esos vecinos que les vaya bien, que tengan mucho éxito; pero ellos en su casa y nosotros en la nuestra. Algunos dominicanos que profesan un sentimiento pro-haitiano, son traficantes de la pobreza, comerciantes del hambre ajena que se lucran con ellos mismos.
Debemos crear conciencia que lo no logrado por esos vecinos con las armas durante el período 1844 a 1856, lo están haciendo ahora de manera pacífica; poco a poco se están adueñando de nuestro territorio esperando el momento oportuno para atacar como feroces enemigos nuestros. Ya es hora de que saquemos al enemigo de casa, el día que deseen enfrentarnos que lo hagan de manera frontal, pero no permitamos que sea desde nuestra casa y con nuestras propias armas.